En ese momento giré y me encontré con un miradero sin salida alguna, se
acercó riéndose y yo fui hasta la valla que medía poco más de medio metro.
Retrocedí hasta que mi culo chocó con los barrotes de esta y deslicé mi cuerpo
temiendo que me cogiese. Miré tras de mí al mar y volví la vista hacia Edgar.
Me cogió de las muñecas con una mano.
—Suéltame — le mandé. Se apoyó en mí y una pequeña puerta chirrió
abriéndose, caí al agua. Estaba fría. Dios sabe qué habría en aquel agua.
¿Podría nadar con el hombro? Edgar me miró satisfecho con las llaves en la mano
desde arriba y se rio de mí. Salí a la superficie echando el agua que me había
entrado en la boca —Eres gilipollas— grité enfadada y me extendió la mano —No
quiero — grité.
—Bien—se giró riendo—Pasarás toda la noche aquí.
Refunfuñé mientras pateaba para mantenerme a flote —Estúpido— dije entre
dientes mientras me subía por los aires, puse mis manos en el suelo de madera y
me arrastré para subir.
—Mi móvil— gemí sacándolo de mi bolsillo empapado.
—Pide otro a los reyes—se burló de mí.
Estaba lo suficientemente enfadada como para arrancarle la cabeza. Cuando
el viento frío pegó en mi cuerpo y me castañearon los dientes Edgar me ofreció
la chaqueta y se la tiré en la cara.
—Te odio— grité yendo hacia el aparcamiento.
—En mi coche mojada no entras— se rio con su voz grave y me atravesó para
ir hacia la puerta del copiloto.
—Abre—gruñí. Abrió y cerró rápido cuando entré abrir yo.
Él se rio y bajó un poco la ventanilla.
—Quítate la ropa— sonrió.
—Mira Edgar—le advertí con el dedo índice señalándole.
No hay comentarios:
Publicar un comentario