Desperté con una caja en la mesilla de al lado y la abrí. Vi el móvil,
era blanco y nuevo, lo cogí con cuidado. I pone. Suspiré. Era una modelo
superior al que tenía antiguamente, Edgar entró.
—Perdón— dijo —Ayer bebí un poco, terminé tu cubata.
Negué —¿Por qué? —
le señalé al móvil — Me lo compraré yo— lo guardé con cuidado y se lo devolví.
Negó —Lo rompí yo, y quiero hablar contigo todos los días, acéptalo —
Cedí, en el fondo quería ceder. Lo encendí y empecé a averiguar cosas sobre él.
Tenía una cámara bastante buena, eso me gustaba.
—Gracias — susurré
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