— ¿Estás
menos enfadado? — pregunté dándole gracias internamente por venir, era lo único
que necesitaba.
Asintió
despacio — ¿Pero a qué vino?
— ¿Te gusta
Cristina? — me lancé a la piscina sin agua y de cabeza.
—No, ¿qué?
— Gritó riéndose —No — volvió a negar soltando una carcajada.
Me encogí
de hombros — ¿Por qué no?
—No lo sé
Nina — soltó riéndose de nuevo.
— ¿No te
parece guapa? — cuestioné.
—Sí, ella
lo es, pero no es como si yo pudiese elegir quién me gusta o no, sólo viene y
lo sientes — soltó risueñamente y se encogió de hombros —Coca-cola. —Le saqué y
le quité la chapa de forma rápida. Bebió— ¿Aburrida?
—No lo
sabes tú bien —puse ambos codos en la barra y le miré — Hasta más tarde no
viene gente, ahora me encargo del inventario y esas cosas que aburrirían hasta
a un muerto.
— Oh, qué
responsabilidad — dijo burlándose de mí poniendo voz irónico y riendo vagamente.
—Averigua
la gran visita que acabo de recibir —atravesé la barra y me senté en el
taburete de al lado. —Edgar — bostecé.
— ¿Y qué
pasó? — dio un trago largo.
—Creo que
le echaron de la sala — reí — Pero nada, por cierto, odio el gas — cambié de
tema.
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