—Cállate— gritó el ahora.
—
¡No!
— no dejé ni un punto débil en mi contestación.
—
Cállate
—repitió. Sentí quemazón en la cara cuando me dio un guantazo.
Me quedé con la cara quieta en la dirección en la que me había pegado y
volví a girar el cuello para mirar incrédula de frente el acto que acababa de
suceder. Y todo fue como a cámara lenta por un segundo. Noté una lágrima caer
por ya, seguramente, mi mejilla rojiza. Diego se levantó rápido de donde estaba
cuando vio la escena.
Las chicas se lanzaron hacia Edgar, un fuerte instinto brotó dentro de mí
y me lancé a golpearle con todas mis fuerzas. Alguien me agarró e impidió que
lo hiciese. Me levantó por los aires mientras daba patadas a la nada e
intentaba llegar hasta él, sin poder soltarme de los brazos que me atrapaban,
intentando correr para alcanzarla y soltar toda mí rabia — Déjame esto a mí —
escuché la voz de mi hermano en mi oído.
—Ulisse suéltame— pedí sacudiéndome y llorando de rabia.
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