—Diego, llévatela de aquí— la voz tranquila de mi hermano se dirigió
hasta el oído de Diego que estaba limpiándose la sangre. Le miró y asintió.
Mis amigas me miraban mientras muchas de ellas le insultaban y replicaban
por su acto. Diego pegó una parada a Edgar en el abdomen y otra en la
entrepierna que le dejaron sin respiración. Cayó de rodillas tocándose la parte
adolorida con la cabeza gacha. Diego le escupió y se dirigió a mí. Me cogió del
antebrazo sin dejarme opción a mirar hacia atrás.
—Vamos— su voz sonaba tranquila, calmada. Cuando me soltó un poco del
agarré eché la vista atrás. Mi hermano se tiraba hacía él pegándole repetidas
veces. Me encontré con la mirada de Cristina, que estaba esperando.
Le dije con los ojos “Perdón” me di la vuelta y mi pelo corrió hacia otro
lado gracias al aire. Me eché en el hombro de Diego agotada, me sacó por la
puerta de atrás del recinto .
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