Listaa

martes, 22 de septiembre de 2015

Página 370.

—No —dije limpiándome las lágrimas con el torso de mi mano que aún caían adoptando vida propia y negándose a cumplir mis órdenes de parar. Di media vuelta.
—Nina, mañana no hace falta que vengas, debes recuperarte — le escuché decir.
—Gracias — susurré aún de espaldas y salí al exterior. Y sí, llovía a cantaros. Me crucé de brazos intentando mantener un poco de calor corporal hasta que vi el flamante Alfa Romeo negro de mi hermano. Salió segundos después cerrando la puerta a su paso.
—Nina, ¿qué haces aquí con la que está cayendo?— no contesté— Vamos — pasó su hombro por mi cuello conduciéndome hasta el asiento del copiloto y me abrió la puerta dejándome pasar, abrochó mi cinturón y se aseguró de que estaba bien puesto. Le vi desde la cabina del conductor darse la vuelta rápido y entrar a mi lado. Encendió la calefacción y arrancó el coche, llovía tanto que no se veía a más de tres metros del parabrisas, encendió las luces largas. Si algo me gustaba de mi hermano es que no me iba a acribillar a preguntas, sólo iba a estar cuando lo necesitase en silencio, y eso era tan genial.
Puso la música de fondo a un nivel bajo mientras yo miraba a las gotas cayendo por la ventanilla y me reacomodaba en el reconfortante sillón sintiendo el calor y a la vez las gotas frías y húmedas cayendo sin piedad por mi espalda.

Ercole conducía muy bien, siempre lo había dicho, solía sobrepasar un poco la velocidad permitida pero llevaba un control total de la situación. Me pasó una bolsa azul de papel-plástico del asiento de atrás sonriendo y la abrí despacio. Unos pañuelos, un oso de peluche y un ventolín. Sonreí levemente —Gracias Ercole — dije sinceramente y me correspondió con su mejor sonrisa acariciando mi barbilla. Notar el calor de su mano en mi cara era tranquilizante. Hice uso del inhalador un par de veces y él me sonrió.

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