"¡Escúchame
muy bien señorita! Deja que te rompan el corazón mil y una veces en tu vida,
porque es necesario para que un día llegues a ser una verdadera mujer. Las
mujeres sufrimos Nina, los hombres no sufren ni un cuarto comparado con
nosotras. Somos las leonas, y las leonas se encargan de cazar, parir, criar,
alimentar y proteger a sus crías, las leonas protegen su territorio y se
atreven con cualquier ser que se las acerque.
Atrévete
con cualquiera que se te ponga por delante, ¡Y no importa que sean más fuertes
que tú, déjales que te rompan el corazón mi niña! Sólo así conseguirás ser una
gran leona, temida, respetada y amada.
El corazón
está para romperse querida, para enamorarse y bailar, tú eres bonita y elegante
cariño, ¡Estoy tan segura de que muchos leones querrán romperte el corazón! ¡Y
estoy tan orgullosa por ello!
Ven aquí y
escúchame muy atentamente. Enamórate, desenamórate, y vuelve a enamorarte, mi
bien, ama con tu mano en el pecho y llora con tu alma sobre la mesa. Sé libre,
sé fuerte, sé bondadosa y cuida a tu familia, Nina.
Ellos son
los que de verdad acabarán estando a tu lado al final del camino.
¡Estoy tan
ansiosa por verte enamorada! ¡Estoy tan ansiosa de ver la leona que llevas
dentro!"
No ocurrió.
La abuela no pudo verme enamorada. La abuela murió.
La abuela era
una leona de verdad, insuperable, era de esas mujeres a las que le salían
arrugas al reírse y de las que se veían hermosas con cualquier cosa. Era de
esas mujeres que adoraba a su marido. ¡Y yo los adoraba a los dos!
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