Estaba tan
centrada en mis pensamientos que no me "desperté" hasta que una ola
se estampó contra mi cara haciéndome escupir agua y parpadear.
Vaya, tenía
frío, muchísimo. Y estaba casi blanca, temblando, seguía sangrando y la marea
había subido. Estúpida Nina, ¡De distraes con todo!
Respiré
profundo, si me quedaban diez minutos para que no se hiciese de noche cerrada
estaría de suerte. Así que después de haber descansado sin enterarme, aunque me
sentía agotada de la temblera , decidí tirarme al agua, porque las cosas sólo
iban a peor y nada amenaba. Agarré el llavero en la tira de mi sujetador, me
arrastré y dejé mi cuerpo caer impulsándolo con mis brazos para entrar en
contacto con el agua, y sentir más frío, cansancio y agotamiento que antes si
era posible.
Dejé una
gran mancha de sangre en el agua después de llevar tanto tiempo sin estar
lavándolas, dios sabe que habría en las profundidades de estas aguas, y a dios
le pedía salir con todas mis extremidades mínimo de aquí.
Las olas
hicieron conmigo lo que quisieron, pero con paciencia, la poca que tenía, y con
práctica aprendí que lo mejor era bucear hasta salir completamente y en el
extremo en el que el agua entraba a presión impulsarme con las dos manos en las
rocas. Necesitaba mucho aire que coger para hacer eso, y la mayoría de las
veces no llegaba a mi objetivo, subía a
la superficie y una ola me golpeaba de nuevo haciéndome chocar otra vez con el
experimentado bordillo.
Cuando
conseguí salir, y rogando que no hubiese ninguna corriente subterránea, ya era
de noche.
Ahora sólo
tenía que nadar, encontrar rocas y despedazar mi piel un poquito más. Me
impulsé con ambos brazos y me senté en el arrecife completamente agotada y
confundida, y trastornada. Me tomé unos minutos. Puto infierno.
Se me hizo
eterno y doloroso volver de vuelta, más que ir de ida, tal vez se me perdió la
emoción y la adrenalina por el camino y ya sólo quedaban, nauseas, hematomas,
temblores, sangre y miedo.
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