-Vosotras tuvisteis la suerte del tonto al inventir
en una empresa fracasada y sacarla a flote, pura suerte- dijo mirándose las
uñas.
-Puede que lo mío no fuesen los números -
admití en alto a Carla- Pero Abigail y yo invertimos en un local deplorable y
de a poco conseguimos hacernos con la calle entera y controlar las financias,
tú ni si quiera viniste a ver el local y ahora estás chupando del bote sin
hacer ningún de trabajo.
-Si no me fallan las cuentas y vuestros
ingresos son de 115$ por segundo en menos de un minuto habéis tapado mi sueldo,
y con ganancias, de 6.000 míseros dólares al mes.
-Ten claro que tienes la suerte del tonto
Carla- intervino una Abigail de ya 27 años madura y formada- Da gracias que
Nina sigue siendo tu mejor amiga porque si fuera por mí te daría una patada en
el trasero y caerías desde el último piso de este rascacielos directa a la
carretera para que te atropellara un taxi.
- ¿Viste lo que me dijo?- se quejó Carla como
una niña pequeña señalándola.
Rodé los ojos -Millones de personas darían su
vida por ganar 6.000$ al mes sin hacer nada- dije fría levantándome para mirar
por el gran ventanal al ajetreo de personas de las calles.
Abigail se colocó a mi lado- Alguien se
levantó de mal humor hoy- levantó sus cejas y comenzó a reír- ¿Qué pasa? ¿Que
el pito pequeño al que te tiras ahora no te complace?
-Cállate estúpida- dije escuchando su risa.
-¿Cuantos pobres empleados serán despedidos
hoy por el mal humor de Nina?
-Quince- repuso Carla.
-Veinte y me apuesto mil dólares- dijo Abigail
extendiendo su mano como buena negociadora.
-Callaos- dije seca- Tengo el derecho de
hacerlo siendo el 50% de esta empresa - fruncí el cejo.
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