-A ti todo lo que tiene pene no te cae bien
Abi- le corregí.
-Tienes razón, pero el raripene menos- se
encogió de hombros- Era tan gilipollas- se llevó las manos a la cabeza- ¡Y tú
estuviste con él por tanto tiempo!, ¡Y te quitó tanto dinero!, Estoy rogando a
dios por que dentro de un mes me le encuentre en la esquina de la avenida
vendiendo perritos calientes- la mujer trajo el café acobardada por nuestra
presencia, cómo muchas personas de esta ciudad sabiendo nuestra posición
económica y con miedo de que con un abrir y cerrar los ojos cerrásemos su local
le di las gracias educadamente sintiéndome aún bien por ser mi cumpleaños, a
pesar de los comentarios de la que tenía al lado.
-Verle vendiendo perritos calientes sería
honrado Abi, cada vez que paso por el puesto de ese señor y estoy de ánimos le
dejo 20$, Edgar debería trabajar limpiando el suelo de la autopista con la
lengua- comenté.
-¡Qué razón buena amiga, ahora recuerdo por
qué somos socias!- rodé los ojos y bebí del café que me ayudaría a superar a
las dos estúpidas de mi lado- Oh, casi se me olvida, ¡Felicidades ex novia del
raripene!- besó mi mejilla y me aparté con asco. Dios sabe las chicas que
habían pasado ya por esa boca -Tenemos tu regalo, me ha costado un ojo de la
cara pero te aseguro que es lo mejor que verás en tu vida, hoy a las seis
amiga- me recordó e intentó hablar hasta que vio entrar a una chica,
medianamente guapa, agarrada de la mano de seguramente su pareja- ¿Me
disculpáis?- comentó, más sin pedir permiso, saliendo del sitio y ofreciéndose
a la chica amablemente.
-¿Demasiado pronto como para romper una pareja
no crees?- preguntó Carla mirando su reloj y asentí.
-Le gusta hacer daño a la gente desde por la
mañana- me encogí de hombros viendo como Abigail manejaba a la perfección la
situación y de un sólo gesto el chico se alejaba, todavía sin saber lo que
tenía planeado, al mostrador. Abigail no perdió un segundo porque en el momento
que el amable chico se giró, le comentó cuatro palabras a la chica y se la
llevó de la mano al baño. - Y otra más- repuse como si nada perdiendo ya la
cuenta de las mujeres que habían pasado por sus manos.
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