- Ya, te entendí, es agradable, debes ser
amable con las personas Nina.
Fruncí el cejo - Lo fui, y mira como estoy
ahora, yo ya no voy a dar una sonrisa a nadie, ni me voy a fiar de nadie, y
mucho menos voy a ser tan tonta- dije con decisión - Además quiero estar
contigo y esa chica por casi te roba.
Él sonrió y me abrazó lateralmente- ¿Dónde
quieres ir?- susurró en mi sien, y la besó, para esperar un segundo, y volver a
dejar un beso, repetidas veces.
-Quiero...- visualicé una idea en mi cabeza
mientras notaba la sonrisa de mi hermano crecer en mi frente, para convertirse
de nuevo en una parte de piel blandita, reconociéndola por sus labios - Quiero
ir al puente, el gran puente que vimos desde abajo, el de madera altísimo.-
escuché su risa calmada y noté el movimiento de su pecho.
-Está bien hermanita.
Le reproché con la mirada y él sonrió para
ofrecerme su mano en señal de ponernos en marcha, asentí decidida y dejé que mi
mano se juntase con la yema de sus dedos, él tiró levemente de mí y le miré con
la ceja alzada- tengo que usar estas guarrerías, ¿recuerdas?- dije alzando mis
muletas para que las viese. Asintió y esperó a que me colocase en mis puestos,
después, de a poco caminamos hasta llegar al sitio señalizado.
Él me cogió, entre tablón y tablón de madera
había pequeños huecos, no lo suficiente grande como para que cupiese un pie,
pero sí lo suficiente pequeños para que cupiesen mis estúpidas muletas, la vida
se reía de mí, definitivamente.
Se acercó al borde y se sentó despacio, dejando
paso a cualquier coche que quisiese pasar, que no fueron muchos, abracé su
cuello y me quedé sentada sobre su regazo, salí de mi escondite y me giré para
ver con plenitud todo lo que mi hermano tenía ante sus ojos, y ahora también
yo.
ontón de personas diferentes cada día, pero ya
sabes, la montaña, el frío, el río, ya me cansa, no hay amigas con las que
salir ni fiestas a las que acudir por aquí, cada vez que salgo...- cogí aire -
Me paso una hora de viaje para llegar a la ciudad, y cuando vuelvo borracha, y
me paso una hora en coche, acabo dejando la alfombrilla para meterla en un ataúd
y no querer saber de ella en la vida- asintió decidida, trajeron la comida, y
mi hermano pareció hacerle caso, la chica era guapa, no lo podía negar, pero
hablaba tanto, tanto, taaaaaaaaanto. - Y cuando tenía cinco años me enseñaron a
pescar con una red super ...- me golpeé la frente rogando porque se callase, me
estaba levantando dolor de cabeza.
Menos mal, que, al final, se acabó el maldito
plato, casi tiré de mi hermano para irnos de allí- ¿Qué sucede, Nina?
-Estamos en una montaña, rodeados de silencio,
y esa chica no para de mover su boca, una y otra vez, y otra y otra y otra...
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